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La mayoría de las cataratas se deben al envejecimiento y se forman por la acumulación de las proteínas que están en el interior del cristalino, disminuyendo la transparencia del mismo y dificultando que pase la luz. Esto dificulta la visión, haciéndola más borrosa, más opaca o adoptando un tinte marrón al cambiar de color el cristalino. El riesgo de cataratas aumenta con la vejez y también con la diabetes, el tabaquismo y el consumo de alcohol. La exposición prolongada a los rayos ultravioleta del sol también es un factor de riesgo.

Pero hay formas de retrasar el desarrollo de cataratas: usar anteojos que filtren estos rayos de luz ultravioleta del sol. Otras medidas para disminuir los síntomas de las cataratas en su etapa inicial son los anteojos de aumento y anteojos anti réflex, pero el único tratamiento eficaz contra las cataratas en su etapa avanzada es la cirugía que quite el cristalino opaco y lo sustituya con una lente artificial.

Si bien no hay ninguna forma de frenar el avance de la catarata senil o «normal» existen formas muy específicas de cataratas que sí se pueden frenar cuando podemos tratar la enfermedad concreta que las causa, como ocurre con la diabetes: un mejor control de la glucemia retrasa el proceso.

Es fundamental consultar al oftalmólogo ante la aparición de los primeros síntomas para poder evaluar el grado de avance de la patología, y en consecuencia, comenzar el tratamiento adecuado para evitar que las cataratas afecten las actividades cotidianas y la calidad de vida.

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