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La diabetes sigue siendo una de las causas más frecuentes de ceguera en Occidente. Existen dos tipos de diabetes. En la diabetes tipo I o juvenil, el cuerpo no produce insulina. En la diabetes tipo II o del adulto (la más común) la insulina que se produce no es suficiente para la masa corporal. En términos generales, más de la mitad de los pacientes diabéticos con 15 o más años de evolución presenta algún grado de alteración vascular de la retina que se manifiesta en dos enfermedades: la retinopatía diabética y el edema macular diabético.

¿En qué consisten estas dolencias?

La retinopatía diabética es una enfermedad de la retina que los oftalmólogos detectamos analizando el fondo de ojo de los pacientes.  El paciente con retinopatía diabética sufre pequeñas inflamaciones y pequeños sangrados en las venas y arterias que se encuentran situadas en el fondo del ojo. Al final, por una falta de oxígeno en la retina surgen unos vasos sanguíneos anormales (nuevos, pero de mala calidad). En esto consiste la retinopatía diabética, que puede ser más o menos leve. Si este fenómeno, en lugar de producirse en toda la retina, se produce únicamente en la mácula (el centro de la retina) hablamos de edema macular. Esta dolencia afecta mucho más rápidamente a la visión.

El daño visual que se deriva de la diabetes depende principalmente de tres factores:

  • El grado de severidad de la diabetes (los niveles de glucemia y la hemoglobina glicosilada).
  • El tiempo transcurrido desde el inicio de la enfermedad.
  • El nivel de control de la misma por parte de los pacientes.

Diagnóstico

Lo más importante es que el paciente sea diagnosticado de diabetes cuanto antes por su médico de cabecera o por su endocrino. Los especialistas tienen que remitir al paciente diabético al oftalmólogo por lo menos una vez al año para detectar esos problemas. Estos plazos no siempre se cumplen y en estos casos, los pacientes deben ser constantes y metódicos y realizarse revisiones todos los años para prevenir y acudir más frecuentemente al especialista si ya se les ha detectado algún problema de fondo de ojo. En medicina es fundamental no sólo curar, sino prevenir. Por eso, en cuanto un paciente sea diagnosticado de diabetes debe acudir al especialista en oftalmología.

El examen constará de un control de la presión ocular, estudio de la biomicroscopia del cristalino (las personas con diabetes tienen más incidencia de cataratas) y un examen con oftalmoscopio para ver el estado de la retina. Periódicamente se hará una angiografía (estudio de los vasos sanguíneos) para analizar la circulación y detectar neovasos o zona de isquemia y un OCT o estudio de Tomografía de Coherencia para analizar el espesor de la retina y así detectar la evolución del edema macular (engrosamiento de la parte del ojo responsable por la visión central y de los colores).

Tratamientos

La retinopatía diabética, si se diagnostica en un grado leve, puede tratarse prestando especial cuidado a los controles metabólicos con permanente coordinación entre el endocrino y el oftalmólogo. Puede indicarse el uso de antiangiogénicos, que son agentes químicos cuya función es frenar la proliferación de los pequeños vasos que crecen por la liberación de sustancias tóxicas de la zona con alteración en la circulación. De esta forma se inhiben los vasos y se favorece la absorción del edema.

Si estas sustancias no son efectivas o el edema es muy grande, se pueden usar corticoides inyectados dentro del ojo, que tienen una función desinflamatoria. Hay preparados listos para inyectar en el ojo a fin de no tener los efectos colaterales de los corticoides sistémicos (que entre otras cosas aumentan el azúcar en sangre).

Por último, pero no por eso menos importante, se puede fotocoagular con láser argón la retina, en forma combinada o separada de los antiangiogínicos o corticoides. El láser está indicado tanto en el edema macular como en los casos de isquemia y neoproliferación vascular. En los casos más graves, donde existe una amenaza de perder la visión, se debe recurrir a una panfotocoagulación, es decir impactar la retina con entre 1000 a 5000 disparos para destruir las zonas isquémicas que liberan los productos tóxicos generadores de los neovasos. En los casos donde hay hemorragias o desprendimiento de retina, debemos recurrir a las vitrectomías que son cirugías donde extraen los coágulos y se complementa el tratamiento con láser.

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