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“No pongas los ojos así que va a venir un viento y te vas a quedar así para siempre». Seguro que muchos habrán escuchado esta frase en algún momento de su vida. Existe la creencia de que si un niño, voluntariamente, mueve sus ojos a esa posición, y lo hace en repetidas ocasiones, se quedará así para siempre. Otras personas mencionan que, si al estar con los ojos bizcos sentimos una ráfaga de aire, también nos quedaremos así.

Todo esto es falso. En el día a día, cuando miramos de cerca, los ojos se cruzan naturalmente hacia adentro y ambos ojos parecieran apuntar hacia la nariz. Fisiológicamente, necesitamos hacer esto para poder ver los objetos de forma enfocada cuando están a corta distancia. Cuando uno pone los ojos bizcos, está realizando el movimiento para enfocar, pero de forma pronunciada. Los mismos músculos que mueven los ojos hacia la izquierda y hacia la derecha también se usan para hacerlos converger. Si ponerlos bizcos los hiciera quedar en esa posición, entonces habría que tener la misma precaución al moverlos ojos en cualquier otra dirección.

En cambio, cuando los ojos están mal alineados de forma permanente hablamos de estrabismo. Se divide en varios tipos dependiendo si los ojos están desviados hacia adentro, hacia afuera, arriba, abajo, o si la desviación es permanente o sólo una tendencia a desviarse por parte de un ojo. El recién nacido normal puede presentar estrabismo convergente (hacia adentro) ocasional, sin que éste represente una enfermedad. A medida que el niño crece y la visión mejora, la alineación de los ojos se normaliza, y alrededor de los 3 meses los niños ya tienen una mirada alineada.

Algunos niños tienen el puente nasal amplio, de tal manera que se cubre parte de la esclera nasal (lo blanco del ojo, del lado de la nariz). Esto da la apariencia de que el niño tiene una desviación hacia adentro. Esto se llama pseudoestrabismo, y no es una enfermedad. Es simpemente una falsa impresión relativa al tamaño del puente nasal.

Sin embargo, el estrabismo detectado más adelante sí puede representar un problema. Tratando de simplificar, cuando los ojos apuntan hacia direcciones distintas, el cerebro «elige» una de las dos imágenes y «elimina» la otra. Si esto persiste, el ojo «eliminado» comienza a perder visión y puede llegar a quedar ciego. De ahí la importancia del control del niño sano para detectar estos problemas.

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