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Los rayos UV pueden afectar la superficie ocular (como sucede en la piel) y no sólo empeorar la sequedad por deshidratación, sino también favorecer la aparición y desarrollo de enfermedades como las pinguéculas y el pterigion, que son lesiones benignas, pero que, muchas veces, requieren ser operadas para su remoción, ya que comprometen la córnea y la visión. El sol también puede predisponer a la aparición y desarrollo de tumores en la superficie ocular, y alterar las estructuras internas como el cristalino (acelera la aparición de cataratas) y la retina (modificaciones de la mácula), dos patologías que perturban la visión.

Las medidas de protección deben ser varias, además del uso de anteojos de sol. En ese sentido, existe un estudio realizado en China, y publicado en la revista Photochemistry and Photobiology. Los investigadores realizaron simulaciones con maniquíes expuestos al sol a lo largo del día y comprobaron que los anteojos comunes protegen, pero son la medida menos efectiva (34%) en comparación con los lentes de sol (92%). Sin embargo, fueron superados por medidas físicas, como la utilización de gorros, viseras o sombreros de ala ancha, con resultados de protección de entre un 94 a 97%.

A partir de ese estudio surgen detalles interesantes como que, dependiendo de la posición de los anteojos de sol en la cara, protegerán más o menos, ya que si se alejan de las cejas unos 6 milímetros, el porcentaje de rayos UV que llegan al ojo puede pasar de 3,7% a un 44,8 por ciento.

Protección en el agua

Con más sol y más calor, aumenta el deseo de disfrutar del agua. El medio acuático de una pileta familiar, de un club, un lago, un arroyo, del río o del mar contiene otros seres vivos, minúsculos e invisibles, y también pueden existir partículas químicas como sucede con los productos para conservar las piscinas.

Los ojos suelen ser la vía de ingreso de sustancias nocivas, químicas o también de parásitos, bacterias y virus. Las más frecuentes son las conjuntivitis virales del verano, afecciones que la mayoría de las veces son autolimitadas, pero que en ocasiones son muy contagiosas. Ocasionalmente, persisten de 2 a 4 semanas y siempre es recomendable acudir a un médico oftalmólogo para su diagnóstico y tratamiento. Asimismo, pero con mucha menos frecuencia, también puede haber infecciones por parásitos denominados amebas, que son más severas y peligrosas para la visión.

Recomendaciones: No abrir los ojos bajo el agua ni restregarlos, ya que se producen microlesiones que pueden permitir el ingreso de sustancias nocivas, que, de otra forma, habrían sido barridas y evacuadas por las lágrimas y el parpadeo. También, quienes lo deseen, pueden recurrir a las antiparras que, al igual que los anteojos de sol, pueden llevar la graduación necesaria en las personas que necesitan aumento.

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