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El ojo seco es hasta tres veces más prevalente en mujeres mayores de 50 años que en hombres debido a cuestiones hormonales, sobre todo a raíz de la menopausia. De hecho, la sequedad ocular es uno de los síntomas más característicos de esta etapa en la vida de la mujer, que empieza a notar más frecuentemente sensación de arenilla o cuerpo extraño en el ojo, picor, lagrimeo, pesadez en los párpados e incluso visión borrosa y fluctuante. Esto se debe, principalmente, a que los cambios en los niveles de las hormonas alteran la secreción de las glándulas que hay debajo del nacimiento de las pestañas y que intervienen en la película lagrimal.

Ante la aparición o aumento de las molestias asociadas al ojo seco, no hay que conformarse solo con el uso de lágrimas artificiales si estas no resultan suficientes, ya que existen distintos tratamientos que pueden aumentar el confort visual diario. Una de las tecnologías en auge es la luz pulsada intensa (IPL), que estimula el adecuado funcionamiento de las glándulas palpebrales para mejorar la calidad de la lágrima, alterada con más frecuencia en las mujeres.

Además del ojo seco, el ojo lloroso también puede ser más común entre las mujeres. Uno de sus posibles desencadenantes, la obstrucción de la vía lagrimal, se da en un rango de 4-5 mujeres por cada hombre afectado. El hecho de que las lágrimas no drenen correctamente y se acumulen en la superficie ocular no solo resulta molesto, sino que puede aumentar el riesgo de infecciones recurrentes. Para evitarlo, se puede realizar una cirugía, generalmente con la técnica de la dacriocistorrinostomía, que permite restablecer el paso de la lágrima y resolver el problema con gran eficacia en la mayoría de los casos.

Por otro lado, el colectivo femenino también es el más afectado por la orbitopatía tiroidea, la patología más habitual de la órbita ocular y que, cuando se debe a la enfermedad de Graves (principal causa de hipertiroidismo), tiene una incidencia de cinco veces más en las mujeres.  La orbitopatía tiroidea suele dar lugar a ‘ojos saltones’ o exoftalmos, que, en casos severos, hace que muchas pacientes no se reconozcan al mirarse en el espejo. Además, no solo repercute en la salud psicológica, sino también ocular, ya que al sobresalir los ojos quedan más expuestos a la sequedad y la irritación y, por otro lado, pueden comprimir estructuras internas que hay en la órbita, como el nervio óptico o los músculos extraoculares. Especialmente en estos casos es necesario actuar, pudiéndose requerir una cirugía de descompresión orbitaria que permita reposicionar el ojo, una vez que se haya controlado con fármacos el problema de tiroides de base.

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