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El glaucoma es la principal causa mundial de ceguera irreversible y casi siempre se produce por daño del nervio óptico de ambos ojos producido por un aumento de la presión interna del ojo. Pero también son determinantes algunos factores neurodegenerativos y vasculares.

El glaucoma infantil es como se define al glaucoma cuando afecta a los niños, especialmente puede presentarse al nacer o en los primeros cinco años de vida de un niño, provocando daños irreversibles en la vista. De todos modos, se considera una enfermedad rara: de hecho, afecta a una media de uno de cada 30.000 recién nacidos.

¿Pero cuáles son las señales de alerta de la enfermedad?

Los primeros signos de un posible glaucoma en el niño consisten en lagrimeo, fotofobia (es decir, intolerancia a la luz directa) y blefaroespasmo (cierre hermético de los párpados relacionado con el dolor ocular).

El primer especialista en darse cuenta que el niño tiene glaucoma suele ser el pediatra, quien en este caso debe recomendar inmediatamente llevar al niño a un oftalmólogo. En la mayoría de los casos, sin embargo, son los padres quienes notan algo anormal. Precisamente por eso es importante que las madres y los padres estén preparados para reconocer los signos y síntomas de la enfermedad.

En el glaucoma pediátrico la puntualidad del tratamiento está relacionada con el pronóstico, es decir, cuánto antes llevemos al niño al especialista antes podrá recibir tratamiento y tendrá mejor solución. En los casos más llamativos, como cuando se observa un aumento significativo del tamaño de la córnea y bulbo (llamado buftalmo), el diagnóstico es relativamente sencillo. A veces, sin embargo, puede haber un retraso, debido a la presencia de signos más matizados de la enfermedad, que se encuentran en las formas que surgen después de los 30-40 días de vida.

¿Cuáles son los posibles tratamientos?

En primera instancia, casi siempre se usa la terapia con medicamentos, con gotas para los ojos capaces de disminuir la presión intraocular. Sin embargo, este enfoque no siempre resulta suficiente. De ahí el uso de láser y cirugía. Después de la cirugía, el niño es sometido a controles periódicos para verificar la efectividad del tratamiento.

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